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Proyecto Guerra Sorda

Hubo un tiempo, no hace muchos años, cuando apenas nacía Internet, en que las hazañas de los espías criollos pasaban todos los días por las páginas de información punto com.

En los días del primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez, en un episodio calificado como ridículo por El Espectador, agentes del extinto DAS hicieron una operación de inteligencia en Bogotá para neutralizar una profesora del Colegio Marymount, por poner a leer a las señoritas textos que los espías criollos juzgaban como peligrosos: libros de historia.

Durante una fiesta de día de brujas, 31 de octubre de 2009, en la finca La Nacional, un jefe de contrainteligencia del DAS mató a dos de sus compañeros, hirió a otros cuatro y, según los medios, intentó suicidarse tirándose de cabeza a la chimenea. “Hasta ahora, lo único que ha dicho es que cuando cometió los crímenes estaba ebrio y que estaba ‘jugando a la CIA’”, informó El Tiempo. En esta celebración de disfraces del recontraespionaje se encontraban agentes relacionados con vigilancia externa en Venezuela y Cuba, pero también con el entramado de seguimientos ilegales a magistrados de la Corte Suprema, periodistas y líderes de la oposición en Colombia.

Con más humor, Marco Palacios hizo un trabajo inverso y contó en el portal Razón Pública la historia de las interceptaciones telefónicas en los años cincuenta, cuando gobernaba el país Laureano Gómez y los sabuesos del régimen escuchaban a Eduardo Santos y Carlos Lleras Restrepo, entre un largo etcétera de personajes, periodistas, líderes sindicales y comunistas. Muchas veces, los personajes estaban conscientes de las escuchas, así que engañaban, ponían pistas falsas o bien se burlaban de los detectives hablando de empanadas y chocolates.

“Todo sería una mala comedia —concluye Palacios— de no mediar el lado siniestro de estas alcantarillas del poder político en trance de dictadura. La mentira que se alimenta de la mentira: el círculo de la retórica fascistoide”.

Tanto entonces, como hoy, lo que se puede decir por teléfono, en línea, en el comedor o en la sala de la casa, y lo se puede decir sobre el pasado y la historia, siguen siendo asuntos serios para el poder, por cómico o ridículo que pueda parecernos.

Colombia ha seguido viviendo entre salto y salto de escándalos noticiosos sobre detectives, chuzadas, dispositivos de espionaje, seguimientos y operaciones encubiertas, legales e ilegales, información y contrainformación.

Al mismo tiempo, la opinión pública ha comenzado a hablar de archivos ocultos, secretos, documentos clasificados o desclasificados, como bálsamo supremo para encontrar la verdad sobre el conflicto armado.

¿Por qué tanta inquietud? ¿Nos están observando? ¿Qué tienen que ver los espías con los documentos? ¿Qué tan reveladores de la verdad son los documentos secretos?

VerdadAbierta.com, con la colaboración de la Universidad de Antioquia, presentan este micrositio, que se alimentará, inicialmente, de documentos creados o gestionados por las agencias de inteligencia del Estado entre 1959 y 1974, con la idea de enriquecer el discurso público sobre la historia del conflicto armado y suscitar debates urgentes sobre poder, el secreto, el engaño y el uso de la información en Colombia.

Son documentos viejos, de acceso público, que en algún momento fueron secretos, reservados o confidenciales.

Contrario a la idea común de que la verdad radica en los documentos y que la revelación de un secreto nuevo supone de inmediato descubrir la verdad, aquí planteamos que una sociedad más informada y un público más escéptico frente a las verdades oficiales, puede poner límites efectivos a poderes autoritarios, descubrir verdades incómodas y construir una democracia más robusta.

La historia no puede ser dicha o reclamada por sabios o censores del pasado en el presente, sino que se produce por las relaciones entre quienes detentan el poder y quienes lo padecemos, se debate y se construye, como verdad abierta.