Del Partido Comunista Colombiano a periodistas, el rastro del espionaje estatal

Especial para VerdadAbierta.com: Maria Camila Paladines y Nicolás Díaz Roldán, de la Unidad de Investigación Periodística Politécnico Grancolombiano.

Colombia. Año 1964. La Violencia bipartidista había afectado a gran parte del territorio nacional. Las zonas rurales del país sufrían una metamorfosis obligada por la guerra. Colombia era una nación en estado bélico, en permanente Estado de Sitio desde 1958. En ese contexto, campesinos de distintas zonas del país se empezaron a organizar bajo ideologías comunistas, con mucha fuerza, en el sur del departamento de Tolima.

El gobierno colombiano, encabezado por Guillermo León Valencia (1962-1966), consideraba que en esos territorios de colonización campesina se estaban conformando ‘Repúblicas Independientes’. Al respecto, en entrevista para este portal, Jaime Caycedo, actual secretario general del Partido Comunista Colombiano (PCC), sostuvo que esas zonas representaban para aquel gobierno “un desafío a la soberanía nacional, porque se trataba de unas repúblicas comunistas en pleno corazón del país”.

Valencia y la cúpula militar dialogaban con Estados Unidos, de acuerdo con Caycedo, ideando estrategias militares para enfrentar a su mayor enemigo: la guerrilla campesina comunista en Marquetalia.

Al mismo tiempo, el PCC, que ya cumplía 34 años de surgimiento, se movilizaba, nacional e internacionalmente, a través del periódico Voz, denunciando que se estaba planeando una agresión violenta, desproporcionada y, según Caycedo, sin ninguna justificación real “contra unos campesinos ¡a quienes se les acusaba del gravísimo delito de ser comunistas!”. Las denuncias no fueron suficientes. La Operación Soberanía, más conocida como Operación Marquetalia, se desplegó y tuvo una duración de un mes, desde mayo hasta junio de 1964. (Leer más en: ‘Operación Marquetalia’, bajo la mirada de archivos de inteligencia)

Desde entonces, lo único que ha cambiado en ese ambiente de agitación en Colombia es la derogación del Estado de Sitio y el nombre del Presidente de la República.

Entre archivos

El portal VerdadAbierta.com tuvo acceso a archivos desclasificados del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) que evidencian los seguimientos y el espionaje del Estado hacia diversos integrantes del PCC, además de la estigmatización hacia los campesinos comunistas. En esos documentos se encuentra información sobre actividades del partido político, particularmente en Antioquia, en los años 1963 y 1964.

De acuerdo con algunos de los archivos, el PCC realizaba reuniones en casas de los barrios Fátima y Castilla en Medellín, donde se daban instrucciones de defensa propia y se pedía que se investigara a miembros de las Fuerzas Armadas “a fin de prepararse para cuando llegue la hora de la revolución”.

Uno de los miembros del PCC observado en aquellos años por el DAS fue Delimiro Moreno, quien, en 1963, desarrolló una intensa actividad política en medio de las huelgas de trabajadores y de las manifestaciones obreras en el departamento de Antioquia. (Leer más en: “Soy un ‘francotirador’ de izquierda”: Delimiro Moreno)

En varios de los documentos, efectivamente, se registraron las denuncias que hizo el Partido Comunista sobre los planes militares en Marquetalia. En uno de ellos, fechado el 31 de marzo de 1964, se reportan campañas que el PCC llevaba a cabo para, presuntamente, recolectar fondos y enviarlos a Manuel Marulanda, alias ‘Tirofijo’, cofundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

En ese reporte se lee que “Santiago Medina (a. Guachafa) se encuentra en esta ciudad y ha manifestado que a William Ángel Aranguren (a. Desquite) lo reemplazó su segundo, apodado Comino. Asimismo, manifiesta que al bandolero alias ‘Tiro Fijo’ elemento que opera en la región Marquetalia lo sostienen las casas comunistas de Ibagué y Bogotá, que de dichas casas le envían armas y municiones, y que los atracos y secuestros son organizados de común acuerdo con el fin de recolectar fondos para la Causa Comunista”.

El 15 de junio de ese mismo año, el DAS reportó que “las juventudes del Partido Comunista Regional Antioquia en la presente quincena, se dedicaron a hacer propaganda a las Repúblicas Independientes del Sur del Tolima y límites con el Huila, que son Marquetalia, Riochiquito, El Pato y Guayabero, con boletines, hojas volantes y carteles murales, donde dicen «LA AGRESIÓN A MARQUETALIA ES UN NUEVO CRIMEN CONTRA LAS CLASES POPULARES, DEFENDAMOS A MARQUETALIA, COMO EJEMPLO DE DIGNIDAD NACIONAL» (sic). Así sucesivamente diferentes clases de propagandas, otras desacreditando al Gobierno actual y a las Fuerzas Armadas”.

Un mes después, ese organismo de seguridad reportó desde Medellín que “de acuerdo con investigaciones realizadas, se tiene conocimiento que el Partido Comunista continúa recolectado dinero por intermedio de sindicados afiliados al (P.C.) (sic) y organizando fiestas y rifas con el único fin de ayudar a sus afiliados que están en la región de Marquetalia”.

Al respecto, Caycedo indicó que “es realmente inverosímil que un partido político que no hace parte del gobierno, que no está en el poder, que no tiene recursos económicos, pueda financiar una organización guerrillera como las Farc. Entonces, no hay manera de establecer alguna explicación racional en dirección a esa versión de las cosas. No hay relación”. Para el Secretario del PCC el nexo era exclusivamente político.

Este portal le preguntó a Sandra Ramírez, excombatiente y actual senadora del partido Comunes, sobre la supuesta financiación del PCC hacia las Farc, pero no emitió respuesta alguna. Sin embargo, frente a las razones por las que el DAS les hacía seguimiento a miembros del PCC, afirmó que debido a que el Partido expresaba su apoyo político a la guerrilla comunista naciente, eso “motivó para que el Estado colombiano, a través de sus servicios de seguridad, hiciera un seguimiento a todas las personas: dónde se visitaba, quiénes hacían, qué hacían, qué no hacían, cómo lo hacían”.

Además, Ramírez fue enfática al asegurar que esos seguimientos eran permanentes, y los realizaban personajes encubiertos como vendedoras de zapatos, de tinto o de ‘chucherías’, y asegura que “muchas eran mujeres”. 

Sin embargo, el PCC y quienes empezaron a llevar consigo la bandera de las Farc fueron tomando rumbos distintos: unos, el de la participación política; y otros, el de la acción armada.

Quienes tomaron la vía de las armas para luchar por los ideales comunistas se convirtieron, en la década de los noventa, una máquina de guerra con un repertorio de violencia que incluía tomas de pueblos, masacres y secuestros, actos que, según Caycedo, generaron una distancia importante entre los que alguna vez se consideraron compañeros.  (Leer más en: Tomas guerrilleras, la oportunidad de desentrañar la guerra de las FARC-EP)

“Para el PPC y la Juventud Comunista, esas acciones correspondían a algo completamente ajeno a nuestra actividad política, social, ideológica, propagandística”, le dijo a este portal el actual Secretario General del PCC.

Y agregó: “Uno las puede entender en el marco de la guerra, de la comprensión de lo que implica una guerra, una guerra de guerrillas, una guerra de resistencia y una guerra que también tiene que autofinanciarse. (…) En varios de estos casos, nosotros sí tomamos distancia, por ejemplo, del secuestro. El Partido Comunista siempre se opuso y siempre señaló su total rechazo al secuestro extorsivo como una práctica contraproducente que terminaría creando grandes dificultades para la propia lucha que libraban los guerrilleros de las Farc”. (Leer más en: El secuestro económico estuvo en el ADN de las Farc)

Esas acciones criminales marcaron el final de la década de los noventa y los primeros años del dos mil. El nuevo siglo arrancó, paradójicamente, con un intento fallido de paz entre las Farc y el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), y el robustecimiento de las organizaciones paramilitares, encabezadas por las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), que buscaban, a toda costa, combatir a la insurgencia y a sus bases de apoyo, afectando, en gran medida, a comunidades ajenas al conflicto armado.

Nuevo enfoque de seguridad

Ilustración: Valentina Martínez.

El fracaso de las negociaciones entre el gobierno de Pastrana y la guerrilla de las Farc, catapultó la candidatura a la Presidencia de la República del exgobernador de Antioquia Álvaro Uribe, quien enfocó su campaña en un discurso bélico contra esa organización insurgente y de diálogo con los grupos paramilitares, lo que a la postre lo llevó a ganar las elecciones y posesionarse el 7 de agosto de 2002.

Su concepto de seguridad generó un incremento de las acciones de la inteligencia militar a través del desarrollo deliberado de espionajes y perfilamientos a quienes, particularmente, actuaban o pensaban desde ideologías de izquierda y cuestionaban su modelo de seguridad.

Así se reveló en 2009 a través de una serie de artículos publicados por la revista SEMANA, en los que se dio a conocer que durante los dos mandatos del gobierno del presidente Uribe (2002-2006 y 2006-2010) se interceptaron las comunicaciones de magistrados de las altas cortes, políticos de oposición, periodistas y voceros de distintas organizaciones no gubernamentales.

La tecnología se convirtió, en este nuevo enfoque de seguridad nacional, en un factor crucial para el espionaje, marcando un hito con respecto a aquellos reportes quincenales de 1964.

Julián F. Martínez, periodista y autor del libro ChuzaDAS (Ediciones B, 2016), le dijo a este portal que toda la recaudación de información en estos espionajes es útil para que el gobierno nacional tome decisiones. 

En el caso de las interceptaciones ilegales, agregó, sirven, “fundamentalmente, para encontrarle puntos débiles a los blancos –como se refieren a quienes son interceptados– y fabricar montajes judiciales para quitarles sus derechos políticos, para chantajear y para saber cómo psicológicamente los pueden atacar. Son estrategias perversas en realidad”.

Y es que, con la revelación de estas prácticas ilegales, quedó en evidencia que aquellos ‘blancos’ a los que se espiaba no necesariamente eran “bandoleros” o “antisociales” como se llegó a calificar en la década de los años sesenta a quienes actuaban desde la izquierda, sino más bien a cualquier persona u organización que cuestionara o estuviera en contra de las políticas del gobierno de turno. En consecuencia, en el año 2011, bajo la presidencia de Juan Manuel Santos (2010-2018), el DAS, permeado de escándalos e investigaciones irregulares, fue suprimido, dejando a su paso más de 20 condenados en el 2015 por delitos como espionaje ilegal y hostigamiento.

El tema escaló a nivel internacional y en 2012, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a través de su informe anual, se pronunció frente al espionaje ilegal. En su documento indicó que los servicios de inteligencia militar colombianos “necesitan una normativa pública que enmarque y delimite sus acciones. Sus mecanismos de control internos y de rendición de cuentas necesitan ser fortalecidos considerablemente. Es importante corregir estas falencias, en particular, a la luz del aumento de recursos destinados a la inteligencia militar, previsto en la Política Integral de Seguridad y Defensa para la Prosperidad de 2011”.

Se dijo, además, en ese documento de ese organismo multilateral, que “en octubre se suprimió el DAS y se creó en su lugar la nueva Dirección Nacional de Inteligencia, junto con un mecanismo específico para supervisar su funcionamiento. No se ha podido constatar todavía el impacto de estas reformas y su eficacia en la prevención de nuevos abusos”.

Tal pronunciamiento cobró sentido ocho años más tarde, cuando, en mayo de 2020, la revista SEMANA publicó otra investigación, titulada “Las carpetas secretas”, en la que reveló nuevas interceptaciones, esta vez a cargo de las Fuerzas Militares.

“Entre febrero y los primeros días de diciembre del año pasado, las actividades de más de 130 ciudadanos fueron blanco de lo que los militares llamaron perfilaciones y trabajos especiales”, se lee al iniciar el artículo, dejando en evidencia el uso de la inteligencia estatal para aplicarla a numerosas personas con alguna relevancia nacional, especialmente a periodistas.

Martínez, al respecto, llamó la atención la manera como ha variado la descripción de esas labores: “En el pasado, el DAS perseguía a la gente, la interceptaba, la espiaba; y ahora a lo mismo le llaman perfilamientos. Pero como la tecnología va avanzando, ahora la inteligencia no solamente te intercepta una comunicación telefónica, sino que pueden tener acceso a tus fotos, pueden incluso activar tu cámara, activar el micrófono, oírte, ¡hay tantas cosas que pueden hacer que ni siquiera la misma persona es consciente!”.

Aquel escandaloso espionaje surgió en medio de fuertes cuestionamientos al gobierno nacional y a las Fuerzas Armadas por las constantes violaciones a los derechos humanos. El rechazo y la desaprobación por lo que pasaba en el país en asuntos como la educación, el trabajo y la salud, eran evidentes, y la gente salió a las calles y se movilizó en redes sociales para exigir cambios en esos sectores fundamentales para cualquier sociedad.

“Han construido unos árboles de relación con personas con las que interactuamos en redes sociales. En algunos casos, hay teléfonos y nombres nuestros como familiares. Esos árboles de relación son bastante malucos. Hay una fotografía en la que estoy yo como director del medio y están todos mis compañeros con un número en la cabeza, yo aparezco arriba como si fuese el jefe de una banda”, comentó para este artículo Óscar Parra, director de Rutas del Conflicto, uno de los medios de comunicación víctima de los llamados perfilamientos revelados por SEMANA.

Hechos como este ponen en evidencia la estigmatización y persecución de la que son víctimas aquellos que cuestione las prácticas estatales. Si bien en el pasado la inteligencia estatal se enfocó en los comunistas, hoy ha trascendido. A la lista se suman los de izquierda, centro-izquierda, periodistas y medios de comunicación, o cualquiera que, en las calles o en las redes sociales, exprese sus inconformidades.

Más de 50 años han pasado y las estrategias de espionaje por parte de los gobiernos a quienes los contradicen se mantienen y, contrario a detenerse, aumentan sofisticadamente al ritmo que la tecnología impone.

El Partido Comunista de Colombia en informes de organismos de seguridad del Estado

Por Juan Diego Restrepo E.

La década del sesenta despuntaba en América Latina con una fuerte tensión generada por el triunfo de la revolución en la Isla de Cuba, liderada por el comandante guerrillero Fidel Castro. Su entrada triunfal a La Habana, el 8 enero de 1959, marcó un hito en el continente y muchos pensaron que esa gesta podría replicarse, entre ellos los militantes del Partido Comunista de Colombia.

Fundado oficialmente el 17 de julio de 1930, los integrantes de ese movimiento político, inspirados en las ideas provenientes de la Unión Soviética (URSS) y en la gesta cubana, estaban convencidos de que sus proyectos de transformación eran realizables y se avocaron a promover sus ideas con mayor intensidad entre obreros, maestros, campesinos, estudiantes e intelectuales.

Sus discursos le sacaban provecho a la convulsionada situación social y política, expresada en bajos salarios, aumentos constantes en los precios de productos de primera necesidad y en los pasajes del transporte público, así como en el favorecimiento a las clases más pudientes. Tales circunstancias llevaron a que a muchos ciudadanos salieran a las calles a protestar contra los gobiernos de turno.

En el ámbito político, la situación para “los comunistas” también era de exclusión, estigmatización y persecución. El movimiento venía de un periodo de prohibición establecido desde el gobierno del presidente Mariano Ospina Pérez (1946-1950) a través del Acto Legislativo 6 del 7 de septiembre de 1954 que, en el primero de dos artículos, decretó: “Queda prohibida la actividad política del comunismo internacional. La ley reglamentará la manera de hacer efectiva esta prohibición”.

La reglamentación vino dos años después, durante el gobierno militar del general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). Mediante el Decreto 434, fechado el 1 de marzo de 1956, se determinó que el comunismo “atenta contra la tradición y las instituciones cristianas y democráticas de la República, y perturba la tranquilidad y el sosiego públicos”.

En su primer artículo fija la decisión sustancial: “Quien tome parte en actividades políticas de índole comunista, incurrirá en presidio de uno a cinco años o en relegación a Colonia Agrícola Penal por igual término; en interdicción del ejercicio de derechos y funciones públicas por diez años; en incapacidad para actuar como dirigente sindical por el mismo tiempo, y quedará impedido absolutamente para pertenecer en el futuro a las Fuerzas Armadas. Si se tratare de un miembro de ellas, la sanción se aumentará al doble y se impondrá, además, la degradación pública”.

Una vez aprobado el plebiscito el 1 de diciembre de 1957, que puso fin a más de una década de violencia bipartidista y al gobierno militar de Rojas Pinilla, se derogó ese decreto, pero no fue suficiente por cuanto se abrió el camino para instaurar el Frente Nacional, un mecanismo de alternancia en el poder entre los partidos Liberal y Conservador, que dejó por fuera del debate político y electoral al Partido Comunista de Colombia.

Pese a la derogación y a su aparente legalización, las actividades consideradas comunistas fueron observadas con especial celo por los organismos de seguridad del Estado, que diseñaron estrategias de seguimiento a sus principales líderes en el país. Además, buscaron establecer nexos entre ellos y los líderes de la revolución cubana, así como de la infiltración en el país de activistas venidos de la isla del Caribe, y de todos aquellos, nacionales y extranjeros, que iban y venían de la Unión Soviética y de países de la esfera socialista.

Esa situación se complicó durante el gobierno del presidente Alberto Lleras Camargo (1958-1962), quien, el 9 de diciembre de 1961, decidió romper relaciones con Cuba argumentando que el nuevo régimen cubano significaba “una grave amenaza para la integridad, la soberanía, la paz y la independencia de los estados americanos”, entre otras razones por la influencia que tenía en ese momento la Unión Soviética sobre el régimen castrista.

El gobierno de Estados Unidos, que para aquella época enfrentaba tensiones con la Unión Soviética bajo la llamada Guerra Fría, también se involucró en la política anticomunista de Colombia y fortaleció la formación de agentes de organismos de seguridad del Estado en ese sentido.

VerdadAbierta.com revisó decenas de documentos generados por distintas entidades estatales entre los años 1963 y 1968, en los que se plasmaron las estrategias de observación de los líderes del Partido Comunista de Colombia y aquellos que giraban en su entorno, así como sus nexos con Cuba y la Unión Soviética, y con la naciente guerrilla de las Farc.

Presentamos en este artículo varios de esos documentos en un contexto especial: la convocatoria que le hizo la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, al secretario del Partido Comunista, Jaime Caycedo, para escucharlo en los llamados Espacios de Contribución a la Verdad, y cuya primera cita será mañana a las 10:30 de la mañana en la sede de la entidad, en Bogotá.

La Comisión le ha pedido a Caycedo que se refiera a tres temas en particular: Frente Nacional y revolución cubana; paridad bipartidista y participación en coaliciones políticas; y solución negociada del conflicto armado.

“Los temas que se abordarán con Jaime Caycedo se enmarcan en los núcleos temáticos que investiga la Comisión y que tienen que ver con la democracia y conflicto armado, papel y responsabilidad del Estado en el conflicto armado, y el de actores armados y otros participantes en las dinámicas de la guerra”, informó la Comisión en un comunicado.

Cuba, tras bambalinas

En los primeros meses de la administración del presidente Guillermo León Valencia (1962-1966), los organismos de seguridad del Estado en Antioquia estaban particularmente inquietos por la agitación social y política en Medellín y en diversos municipios del departamento; así como el papel del Partido Comunista de Colombia en ese ambiente y sus estrategias de movilización ciudadana, en apariencia apoyadas desde Cuba.

Uno de los primeros reportes de 1963 da cuenta de esas circunstancias: “[…] se tiene informaciones en esta ciudad hay varios grupos de Comunistas (Células) que están llevando a cabo un plan subversivo entre ellos figura un médico de nombre ALDEMAR LONDOÑO quien posee un aparato receptor-transmisor donde comunican todos sus problemas al Primer Ministro de Cuba Fidel Castro; en la actualidad estamos investigando activamente esta información con el fin de capturar a los responsables”.

Este documento, fechado el 31 de enero de ese año, fue remitido por Arcenio Serrano Núñez, Jefe de Orden Público del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), Seccional Antioquia, al Jefe de la División de Orden Público del DAS en Bogotá, como parte de sus reportes quincenales en los que daba cuenta de las actividades de “los comunistas” en la ciudad y el departamento.

El médico Londoño, oriundo de Cartago, Valle del Cauca, hizo parte del grupo de fundadores del Ejército Popular de Liberación, en 1965. En un intento por conciliar posiciones ideológicas con la guerrilla de las Farc en ese momento, fue enviado, junto con una guerrillera campesina a una zona montañosa entre el sur de Tolima y límites con Huila, de donde nunca regresaron. “Al parecer una vez hicieron contactos e iniciaron los debates fueron detenidos, juzgados como traidores y fusilados”, escribió al respecto el historiador Frank Molano Camargo.

En medio de las agitaciones sociales que se expresaban en las calles de la capital antioqueña actuaban de manera encubierta decenas de investigadores de organismos de seguridad del Estado y sus informantes, quienes reportaban sus hallazgos a sus mandos superiores.

“En la manifestación llevada cabo el día 18 en la Plaza de Cisneros de esta ciudad el Partido Comunista infiltró elementos especializados en la agitación y según comentarios de un informante en esta manifestación participaron algunos cubanos que dicen estar huyendo del régimen de Castro pero que no son otra cosa que Agentes de este Gobierno o por lo menos Comunistas Agitadores”, se lee en el reporte del 31 de enero de 1963.

El rastro de las supuestas relaciones de Cuba con el Partido Comunista de Colombia llegó hasta las alcaldías de municipios vecinos a Medellín. En un reporte enviado el 15 de febrero de 1963 al entonces gobernador del departamento, Fernando Gómez Martínez, el jefe Sseccional del DAS en Antioquia, Carlos Zuluaga Gómez, remitió una queja de un informante que hizo referencia a lo que estaba sucediendo en Envigado, sur del área metropolitana.

“Es francamente desconcertante que el Gobierno Departamental de Antioquia esté tolerando a algunos Alcaldes reconocidamente comunistas como el burgomaestre de Envigado, S. Castillo. A solicitud de éste la Secretaría de Higiene ha trasladado desde Caldas (Ant.) para Envigado al médico comunista Alan Smith quien viajó a Cuba hace algún tiempo. Este médico dirigirá en Envigado el Centro de Salud. Es fácil suponer los buenos servicios que prestará allí a los elementos comunistas de ese lugar”, dice ese reporte.

De acuerdo con los documentos revisados por VerdadAbierta.com, el DAS contaba en aquel año con un grupo de informantes que constantemente reportaban acciones de supuestas organizaciones comunistas. Uno de esos informes, fechado el 9 de abril de 1963 y también puesto en conocimiento del Gobernador de Antioquia, refirió la creación de una organización de mujeres a quienes se les señaló de ser procastristas.

“Dice nuestro informante: la organización de Mujeres Democráticas de Antioquia con sede en Medellín, acaban de cambiarse por la sigla Movimiento Femenino Revolucionario Unión Mujeres Demócratas”, a la que se le relaciona con “la Célula 31 Femenina del P.C. Comité Regional de Antioquia”.

De acuerdo con ese reporte, las integrantes de esa organización femenina “se lanzarán a las calles y a plazas públicas empezando por Medellín, para ensartar su acción comunista y así lograr incautar a ingenuas mujeres de todas las tendencias que bajo el mando de la democracia, los derechos femeninos, caerán en las redes del comunismo”. Además, “harán campaña a favor de la Revolución Cubana y fortalecerán la agrupación o Comité de Amigos de Cuba, con la consigna de Defendemos a América en Cuba”.

En un particular reporte de Serrano Núñez, fechado el 15 de abril de 1963, se resaltó la actividad del Partido Comunista de Colombia en zona rural del municipio de Cimitarra, Magdalena Medio santandereano: “Este Partido ha intensificado sus campañas de adoctrinamiento, instrucción e infiltración, especialmente en la zona rural del río Magdalena, donde por intermedio del camarada Secundino González han efectuado en la zona de Vuelta Acuña buscando adeptos e instruyendo a los campesinos para lo que llaman la ‘Revolución colombiana’ que se avecina”.

Esa proyección rural también fue reseñada en varios de informes remitidos por Zuluaga Gómez, jefe seccional del DAS en Antioquia, al gobernador Gómez Martínez, basados en informantes que mantenían un constante monitoreo sobre las actividades del Partido Comunista de Colombia en el departamento.

En uno de esos reportes, fechado el 24 de abril de 1963, se registró su actividad en el suroeste antioqueño: “Desde finales de diciembre hablamos sobre Castro-comunismo en Tapartó (corregimiento del municipio de Andes) y de los viajes de los Camaradas ALFONSO RESTREPO, ÁLVARO VÉLEZ RESTREPO, y otros a fin de organizar la agitación y adiestramiento de los amigos de la Revolución Cubana”.

Dos días después, Zuluaga Gómez remitió un nuevo informe donde un informante aseguró que “la más descarada y grave infiltración marxista y castrista de los últimos tiempos se viene perpetrando bajo el amparo de la organización de las mal llamadas ‘Sindicatos Agrarios’ que funcionan y empiezan a funcionar en todo el departamento especialmente desde La Dorada a Puerto Berrío y Medellín”.

Adicional a ello, auguró un oscuro panorama para buena parte del departamento: “Antes de cuatro meses la región del Río Magdalena, Urabá y parte del Suroeste antioqueño, tendrán que afrontar la violencia desatada con tanta gravedad como en años anteriores especialmente a lo largo del Río; esta será violencia política orientada por el comunismo internacional y auspiciada por Cuba”.

Para 1964, el DAS intensificó su estrategia de inteligencia contra miembros del Partido Comunista de Colombia en Medellín. En uno de sus informes, del 31 de marzo de ese año, Serrano Núñez reportó la existencia de un grupo de ese movimiento político en el barrio Castilla, noroccidente de la ciudad: “[la célula] funciona en la casa de Eliodoro Cruz Empleado de la Lotería de Medellín, en esta casa se dan instrucciones sobre auto-defensa. En las reuniones se ha pedido a los concurrentes que se investiguen a los efectivos de las Fuerzas Armadas en cada guarnición a fin de prepararse para cuando llegue la revolución”.

Además, se identificó a un supuesto militante, Santiago Medina, alias ‘Guachafa’, como el responsable de la formación en sabotajes, “quien ha viajado a Cuba y parece está vinculado en actos terroristas en la Capital de la República”. Asimismo, se precisó que es el encargado de reclutar “personal que quiera hacer parte de los Cuerpos Armados de resistencia en los campos”.

“Defendamos a Marquetalia”

Para 1964, los documentos de inteligencia de diversos organismos de seguridad del Estado comenzaron a reseñar la conversión en el sur de Tolima de integrantes de las guerrillas liberales y grupos guerrilleros, disidentes de las propuestas de desmovilización planteadas por el régimen de Rojas Pinilla en 1953 y 1957, a organización insurgente, la que luego se conocería como Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), liderada por Pedro Antonio Marín, alias ‘Tirofijo’, quien luego adoptaría como nombre de guerra el de ‘Manuel Marulanda Vélez’.

Justo el informe de Serrano Núñez del 31 de marzo de ese año arrojó información al respecto tras dar cuenta de versiones atribuidas a alias ‘Guachafa’ que habrían sido expuestas en algunas reuniones en Medellín: “Asimismo manifiesta que el bandolero alias ‘tiro fijo’ elemento que opera en la región de Marquetalia lo sostienen las casas comunistas de Ibagué y Bogotá, que dichas casas le envían armas y municiones y que los atracos y secuestros son organizados de común acuerdo con el fin de recolectar fondos para la Causa Comunista”.

El gobierno de Estados Unidos se involucró en contrarrestar la amenaza comunista en el país. Así lo reveló un reporte de la División de Seguridad Pública del Departamento de Estado enviado desde Bogotá el 26 de mayo de 1964, en el que daba cuenta de varias de sus actividades, entre ellas la formación de agentes de Policía con el apoyo del Servicio de Información de los Estados Unidos (USIS, por sus siglas en inglés)

“El USIS está apoyando a la División de Seguridad Pública en la impresión de un folleto de adoctrinamiento anticomunista para ser distribuido a todo el personal de la Policía Nacional. El folleto está muy bien organizado e ilustrado con dibujos animados significativos. Explica claramente los diseños y operaciones de comunistas, los peligros involucrados en el comunismo, las condiciones locales que pueden alentar los esfuerzos subversivos, cómo la policía puede combatir estas condiciones y cómo pueden combatir directamente la subversión militante”, se detalla en su reporte mensual enviado a Washington.

Un día después de enviado ese reporte, el Estado colombiano, a través de sus Fuerzas Armadas y con el apoyo de Estados Unidos, inició la Operación Marquetalia, que concentró un contingente de 16 mil soldados con los cuales pretendía acabar los núcleos guerrilleros campesinos en aquellas zonas conocidas como “repúblicas independientes” situadas en Marquetalia y Riochiquito (Tolima), y Pato y Guayabero (Huila).

El operativo militar, realizado entre el 27 de mayo y el 14 de junio, modificó de alguna manera la agenda pública del Partido Comunista de Colombia, según se observa en los documentos de inteligencia. En las intervenciones públicas, sus líderes comenzaron a criticar al gobierno del presidente Valencia por esa acción y por la injerencia de Estados Unidos en la política interna.

El DAS, seccional Antioquia, dio cuenta en su informe quincenal del 30 de mayo de 1964 de las actividades del Partido Comunista relacionadas con el ataque militar a los guerrilleros: “Durante la presente quincena desplegó gran actividad, especialmente en la infiltración en sindicatos y factorías, propagando contra el Gobierno y las Fuerzas armadas por la operación Marquetalia. Los camaradas se han dedicado a colocar carteles murales y hojas volantes con leyendas grandes donde dicen ‘Defendamos a Marquetalia’”.

La Operación Marquetalia tuvo un efecto adverso: generó las condiciones para que el 20 de julio de ese año surgiera de manera oficial la guerrilla de las Farc. La base fundacional de este grupo insurgente fue la expedición del Programa Agrario de los Guerrilleros de Marquetalia, considerado por el investigador Carlos Medina Gallego como su “principal programa agrario y político revolucionario”.

Lo que sobresale en reportes de los meses de junio, julio, agosto y septiembre de ese año son constantes alusiones a los apoyos económicos y logísticos que el Partido Comunista de Colombia, regional Antioquia, enviaba a los guerrilleros atacados en Marquetalia y demás “repúblicas independientes”, liderados por alias ‘Tiro Fijo’. En los documentos consultados se destacó la vinculación del Partido Revolucionario Socialista y el Frente Unido de Acción Revolucionaria, así como de varios sindicatos afiliados a la Federación de Trabajadores de Antioquia (Fedeta), a esa causa.

Entre los reportes del segundo semestre de 1964 sobresale un informe suscrito por el Jefe de la Sección de Información de Criminalidad y Estadística del Comando del Departamento de Policía Antioquia enviado el 29 de septiembre de ese año al Secretario de Gobierno Departamental, en el que se reseña una concentración “de carácter comunista” realizada el día anterior en el Teatro Colón, en Medellín, con el fin de conmemorar los cien años de la “Internacional de Trabajadores”.

Según este reporte, varios de los asistentes, entre ellos algunos dirigentes del Partido Comunista de Antioquia, “se refirieron contra el Frente Nacional, el Gobierno, las Fuerzas Armadas en general, manifestaron públicamente y con amenazas a las Fuerzas Armadas el apoyo a Marquetalia y manifestaron que ellos tienen los campesinos de las Regiones de Marquetalia y otras circunvecinas armados para enfrentárseles a las fuerzas armadas que en la actualidad están en acción en esos lugares”.

Temporada de persecuciones

La Junta de Inteligencia Nacional (JIN) y la Junta de Inteligencia Seccional (JIS), creadas mediante el Decreto 978, del 26 de mayo de 1967, sancionado por el presidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), se convirtieron en escenarios de análisis de las difíciles condiciones que vivía el país para aquellos años y de posibles estigmatizaciones contra supuestos simpatizantes de la causa comunista.

Diversos boletines de la JIN, rotulados de “SECRETO” y generados uno o dos días después de las reuniones, también daban cuenta de la actividad comunista en el país. Las instituciones que conformaban esa Junta, entre ellas los ministerios de Relaciones Exteriores, Defensa y Gobierno, así como las Fuerzas Armadas, aportaban información de todos aquellos que estuvieran ligados al comunismo en sus distintas tendencias. Las reseñas incluían a los nacionales que hubiese viajado a la Unión Soviética y a países de Europa Oriental, así como a Cuba, y a los extranjeros que provinieran de esas naciones.

Ejemplo de ello se reportó desde Bogotá en el boletín de la JIN del 11 de diciembre de 1967: “Personal femenino del PCC prepara una misión a la cabeceras del río San Juan en el Chocó. Se trata de desarrollar ideas de MARIA ARANGO DE MARROQUIN quien regresó procedente de los países socialistas. Se pretende una campaña de auxilios y sanidad con gentes paupérrimas de la región […] El programa contempla asociarse a religiosas que viajan a esos lugares y pedir auxilios a entidades que deseen cooperar sin que estas conozcan que en el fondo va envuelta una campaña de proselitismo comunista”.

Veinte años después de ese reporte, el 16 de abril de 1998, esta mujer, antropóloga de formación y considerada líder social y defensora de derechos humanos, quien se había retirado del Partido Comunista diez años atrás, fue asesinada por sicarios en la puerta de su casa, en la zona de La Calera, en el oriente de Bogotá. El crimen no ha sido esclarecido.

Las actividades de los organismos de seguridad del Estado también estaban rodeadas de algunas contradicciones. En uno de los boletines del JIN, fechado el 12 de diciembre de 1967, se deja constancia de una solicitud “para que se unifique el criterio de la Fuerza Pública respecto al decomiso de propaganda subversiva” y se puso como ejemplo una campaña de suscripciones a revistas de la Unión Soviética difundida en el diario El Tiempo, de Bogotá, en su edición del 22 de octubre de ese año.

“Esta Jefatura considera necesario que las autoridades pertinentes tomen las medidas que el caso requiere pues mientras por los periódicos se hace propaganda abierta para la adquisición de estas revistas por otra parte existen órdenes para su decomiso”, se registra en este boletín.

El crecimiento y sostenimiento de la guerrilla de las Farc también fue motivo de registro de la JIN en sus boletines. Uno de ellos, fechado el 25 de junio de 1968, le atribuyó al Partido Comunista de Colombia varias tareas en ese sentido: “El P.C.C. se preocupa actualmente por incrementar la acción en torno al fortalecimiento de las denominadas FARC, creando nuevos frentes en regiones desoladas de los Departamentos del Valle, Cauca, Chocó, Córdoba, Llanos Orientales y otros; por ahora, se formarán centros de adoctrinamiento y entrenamiento a jóvenes y gentes de las zonas rurales, para que en un futuro operen como centros de violencia bajo el control del P.C. y encajados dentro de las denominadas FARC”.

En cuanto a la financiación de ese grupo alzado en armas, otro reporte de la JIN de finales de junio dio cuenta de los seguimientos realizado a un hombre identificado como Camilo Santacruz, quien, según las autoridades, “viajó recientemente a QUITO (Ecuador), en donde tomó contacto con dos periodistas de nacionalidad rusa y de quienes recibió cierta cantidad de dinero con destino a las F.A.R.C. Este sujeto está siendo buscado policivas y al parecer se encuentra en IPIALES”.

Días después, en el boletín del 11 de julio de ese año, se relacionó una organización llamada Servicio Especial de Prensa, la que, según las autoridades, “se encarga de procurar finanzas a los grupos extremistas pro-chinos y castristas. Sus directores son ANIBAL PINEDA GUTIERREZ y OLGA NAVIA DE CANAL”.

Días antes, en una reunión en Medellín de la Junta de Inteligencia Seccional de Antioquia, a la que asistieron representantes de los organismos de seguridad del Estado, el gobernador de Antioquia, Octavio Arizmendi Posada, llamó la atención sobre el recaudo de dinero que hacían algunos sindicatos con destino al Partido Comunista de Colombia y pidió tomar medidas al respecto: “Solicitó al Comando de la Brigada se entreguen a las Agencias copia de las listas de los Sindicatos y personas que contribuyen con dineros al PC”, se lee en el informe de la reunión, fechado el 2 de julio.

En respuesta a esa petición, el alto oficial de la guarnición militar “manifestó que es mejor adelantar seguimientos y vigilancia sobre tales sujetos antes que arrestos, asimismo una propaganda negra de acción sicológica”.

Nota del editor: se respetó en este artículo la escritura original de los reportes.

El rastro del médico Héctor Abad Gómez en los archivos del DAS

Los investigadores del DAS tuvieron una intensa actividad de observación y reseña de activistas en septiembre de 1974, no sólo porque se cumplía un año de la muerte del político chileno Salvador Allende, el primer socialista en llegar a la presidencia de una nación latinoamericana con apoyo del Partido Comunista, sino por una intensa agenda estudiantil y docente que reclamaba cambios a la educación superior.

En varias ciudades del país se conmemoró el deceso de Allende, ocurrido el 11 de septiembre de 1973 en La Casa de La Moneda, sede presidencial en Santiago de Chile, tras un cruento golpe de Estado adelantado por sectores militares contrarios a sus propuestas socialistas, que se impusieron en las urnas y lo llevaron a asumir el cargo el 4 de noviembre de 1970.

De acuerdo con el Boletín Informativo del DAS, fechado el 10 de septiembre de 1974 y remitido al “Señor Ministro de Gobierno”, que para esa época era Cornelio Reyes, bajo el gobierno del recién posesionado presidente Alfonso López Michelsen, el Partido Comunista Colombiano (PCC) anunció la asistencia a la Semana de Solidaridad con Chile de “delegaciones de Cuba, Vietnam, Rusia, República Democrática Alemana (sic), Rumania, Yugoeslavia (sic), Chile, Venezuela, Perú, Polonia y Checoeslovaquia (sic)”. Asimismo, el documento consigna que vendría “Hortensia viuda de Allende”.

La programación registrada en ese boletín de la agencia de inteligencia estatal preveía actividades el 10 y el 11 de septiembre que tendrían como sedes las universidades Incca y Libre, de Bogotá, las cuales girarían entorno al gobierno de Salvador Allende y el golpe de Estado, entre otros temas.

Tras el médico Abad

El médico Héctor Abad Gómez fue un persistente defensor de las causas sociales y de los menos favorecidos. Foto Archivo personal.

Una vez hecho el recuento de lo que sería la Semana de Solidaridad con Chile, los investigadores del DAS abordaron el apartado “Situación social” y el primer tema fue los mítines estudiantiles en la Universidad de Antioquia, que tenían como motivo de protesta un nuevo estatuto docente del Alma Mater con el cual no estaban de acuerdo ni alumnos ni profesores.

Tras describir de manera sucinta que “en el transcurso del mitin se inició una pedrea que causó daños a varios almacenes” cercanos a la Plazuela Nutibara, donde quedaba en aquella época la Gobernación de Antioquia, quien elaboró el Boletín detalló que “un grupo de profesores de la Universidad de Antioquia encabezados (sic) por Héctor Abad Gómez, dirige el movimiento para presionar la derogatoria de algunas disposiciones del Alma Mater y también solicitan la renuncia del rector Luis Fernando Duque Ramírez”.

En un nuevo Boletín Informativo del DAS, esta vez fechado el 19 de septiembre, el nombre del médico Abad vuelve a relucir cuando se aborda, bajo el apartado “Situación Social”, el tema estudiantil. En esa ocasión, el organismo de inteligencia registra que “el Consejo Directivo de la Universidad de Antioquia, según comunicado, suspende en forma indefinida los programas académicos y acceso a todas sus dependencias. Asimismo, desvincula 11 profesores y suspende 39, entre ellos al Doctor Héctor Abad Gómez”.

Cuatro días después, en un nuevo Boletín Informativo del DAS, al médico Abad Gómez lo responsabilizan de varias renuncias, presentadas por varios directivos de la Universidad Nacional, seccional Medellín.

“Informaciones obtenidas indican que la renuncia presentada por los doctores Orlando Hurtado, Nelson Gil Gil, Samuel Posada y Martha Luz Cardona, vice-rector y Decanos de Minas, Ciencias Agrícolas y Arquitectura respectivamente, de la Universidad Nacional, Seccional Medellín, se debió a la invasión de los predios universitarios para realizar asambleas, perturbando el normal desarrollo de los programas académicos por parte de estudiantes y profesores de la UDEA (sic), encabezado (sic) por el Doctor Héctor Abad Gómez”.

Lo particular de este conjunto de documentos de archivo es que sólo consignan el nombre del médico y docente universitario, para aquella época presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia (Asoprudea), organización gremial que le tenía varios reparos al nuevo estatuto docente, promovido por el entonces rector de la Universidad de Antioquia, Luis Fernando Duque Ramírez.

Sede actual de a Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Foto tomada de udea.edu.co.

Resulta que, a finales de 1973, el Consejo Superior Universitario aprobó el Acuerdo Número 08, que derogó el Estatuto Docente vigente, aprobado por el Acuerdo 07 de mayo de 1971 y construido de manera concertada en aquel año entre directivos y profesores. Éste reflejaba avances en diversas garantías profesorales que el nuevo descartaba por completo, de ahí las fuertes críticas de diferentes estamentos universitarios.

En documentos de la época, citados varios de ellos por la historiadora Eliana Aidé Tamayo Giraldo en su tesis de grado, se registra el pensamiento de Abad Gómez sobre ese nuevo estatuto. En un texto aseveró que “lesionaba profundamente los intereses académicos y científicos del cuerpo docente, asimismo constituía un atentado contra la libertad de cátedra y la investigación científica que eran los valores más preciados del cuerpo docente”. Igualmente, estableció que “contradecía el espíritu democrático que se había construido en el trasegar de la universidad y a la vez representaba una ofensa a la dignidad del profesorado”.

El movimiento estudiantil y profesoral de rechazo al nuevo estatuto docente duró diez meses. En agosto de 1974 llegó a la Presidencia de la República el liberal Alfonso López Michelsen (1974-1978), en reemplazo del conservador Misael Pastrana (1970-1974) y con él, nuevas autoridades regionales que tomaron cartas en el asunto y tal como lo reseñó el DAS, tomaron decisiones en contra de los docentes.

En una entrevista concedida en 1982 a Francisco Velásquez, entonces docente de la Facultad de Comunicaciones del Alma Mater, y publicada en la primera edición de la revista Lectiva en 1997, el médico Abad Gómez recordó ese hecho y su impacto adverso.

“Recuerdo a un expresidente de la ANDI (Asociación Nacional de Industriales) Ignacio Betancur y a Jaime R. Echavarría, el primer Gobernador del doctor López, quien al final de diálogos con profesores y de manifestaciones públicas con respaldo popular y de la opinión pública, resolvió echar a 50 profesores encabezando esa echada por mi nombre que estaba yo por segunda vez presidiendo la junta de la asociación”.

La medida no sólo agudizó el problema, sino que fortaleció la Asociación de Profesores, que acabó reuniéndose en la oficina del papá del médico Abad Gómez en el emblemático edificio La Ceiba, en pleno centro de Medellín: “Ahí hacíamos las reuniones con el apoyo absoluto de todo el profesorado, el estudiantado y de la opinión pública. Logramos que revocaran ese famoso estatuto lesivo para los intereses del profesorado”. (Leer entrevista completa aquí)

“Extrema izquierda”

Quienes conocieron a Héctor Abad Gómez le descatan su buen sentido del humor. Foto: Proimágenes.

Pero el médico y docente universitario estaba en la mira del DAS al parecer de manera permanente. Su nombre aparece consignado en un nuevo Boletín Informativo, fechado el 18 de octubre de 1974, pero esta vez no por tareas asociadas a su activismo docente, sino a sus actividades ligadas a la defensa de los derechos humanos.

La agencia de inteligencia estatal reportó en aquel documento, bajo el rótulo de “Situación Política”, y en el inciso dedicado al “comunismo”, que “con participación de organizaciones de extrema izquierda, Comité de Solidaridad, presidido por el Doctor Héctor Abad Gómez, de Sacerdotes de avanzada, dirigidos por el Presbítero Oscar Vélez y de los familiares, se celebró el 19 (sic) de los corrientes a las 16:00 horas, en el Templo de San Benito de la ciudad de Medellín, un acto religioso para conmemorar el primer Aniversario de la muerte de los hermanos Manuel y Antonio Vásquez Castaño, Jefes del autodenominado Ejército de Liberación Nacional”.

Ambos guerrilleros habían muerto un año atrás en combates con el Ejército durante el desarrollo de una ambiciosa acción estatal conocida como la Operación Anorí, ejecutada por tropas del Ejército en una vasta región del nordeste antioqueño, donde se había refugiado un nutrido grupo del Eln, compuesto por campesinos y universitarios liderados por los hermanos Fabio, Manuel y Antonio Vásquez Castaño.

Los operativos comenzaron el 7 de agosto de 1973 y concluyeron el 18 de octubre en aguas del río Porce, cuando las tropas ubican al foco guerrillero intentando cruzar el caudaloso afluente y tras un combate que se estima duró 40 minutos murieron por acción de la fuerza estatal Manuel y Antonio Vásquez Castaño. Se calcula que durante los dos meses de operaciones perdieron la vida por lo menos 30 insurgentes. Pese a la arremetida, Fabio, que estaba en la región, logró sobrevivir y de inmediato se refugió en Cuba.

Asesinado 13 años después

Abad Gómez junto a sus amigos también sacrificados por grupos paramilitares: Leonardo Betancur y Luis Felipe Veléz.

El médico Abad Gómez fue acribillado el 25 de agosto en una calle céntrica de Medellín, a plena luz del día, junto a otro médico, Leonardo Betancur, cuando ambos se dirigían a la sede la Asociación de Institutores de Antioquia (Adida), a la velación del cuerpo de Luis Felipe Vélez Herrera, también asesinado también por paramilitares días antes.

Para aquel momento, Abad Gómez era presidente del Comité Permanente de Derechos Humanos de Antioquia, tribuna desde la cual denunciaba constantemente las actuaciones irregulares de la Fuerza Pública en contra de estudiantes y activistas cuando eran detenidos en guarniciones militares de la capital antioqueña.

Su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, en su libro El olvido que seremos (Alfaguara, 2006), destacó uno de sus escritos, al que calificó de “particularmente duro y valiente contra la tortura publicado tiempo después de que un amigo y discípulo suyo fuera detenido y torturado por el ejército en Medellín”.

En palabras de su padre: “Yo acuso a los interrogadores del Batallón Bomboná de Medellín, de ser despiadados torturadores sin alma y sin compasión por el ser humano, de ser entrenados psicópatas, de ser criminales a sueldo oficial, pagados por los colombianos para reducir a los detenidos políticos, sindicales y gremiales de todas las categorías, a condiciones incompatibles con la dignidad humana, causantes de toda clase de traumas, muchas veces irreductibles e irremediables, que dejan graves secuelas de por vida”.

Este tipo de denuncias, que eran publicadas en diarios de circulación regional y nacional, lo pusieron en la órbita de los nacientes grupos paramilitares liderados por los hermanos Fidel y Carlos Castaño Gil, quienes, de acuerdo con declaraciones entregadas a la justicia colombiana por Diego Fernando Murillo, alias ‘Don Berna’, eran apoyados por funcionarios del DAS y del Ejército Nacional. (Leer más en: DAS e inteligencia militar fueron cómplices de los Castaño: ‘Don Berna’)

Desde su sitio de reclusión en los Estados Unidos, donde purga una condena de 35 años por narcotráfico, alias ‘Don Berna’ declaró el 13 de febrero de 2012 que “Carlos y Fidel (Castaño) consideraban que el doctor Héctor Abad hacía parte de las estructuras de la guerrilla del Epl en la ciudad de Medellín, ya que por su labor defensa de los derechos humanos hacia algún tipo de denuncia en la cual sectores de las Fuerzas Armadas, se consideraban afectados”.

El crimen de Abad Gómez, así como los de los defensores de derechos humanos Luis Felipe Vélez y Leonardo Betancur Taborda, fueron declarados de lesa humanidad por la Fiscalía en octubre de 2014.

El ente acusador sustentó su decisión en el contexto de conflicto armado interno “de carácter irregular y prolongado en el que actores, tales como la guerrilla, las autodefensas, los carteles del narcotráfico, las redes narcosicariales, así como los de orden legal, representados en la fuerza pública, quienes dirigieron sus ataques de forma indiscriminada contra la población civil, sin considerar su estatus de protección frente al derecho internacional de los derechos humanos”.

Asimismo, en la dinámica del conflicto irregular que vivía por aquella época Medellin, “caracterizado por la indistinción de los grupos armados organizados con los civiles, en el que la población civil tendió a ser vista como enemiga”. (Leer más en: ¿Ejército estuvo detrás del crimen de Héctor Abad Gómez y sus colegas?)

Este documento es producido por VerdadAbierta.com con base en archivos tomados del Proyecto Guerra Sorda (CODI, UdeA, 2014)