Del Partido Comunista Colombiano a periodistas, el rastro del espionaje estatal

Especial para VerdadAbierta.com: Maria Camila Paladines y Nicolás Díaz Roldán, de la Unidad de Investigación Periodística Politécnico Grancolombiano.

Colombia. Año 1964. La Violencia bipartidista había afectado a gran parte del territorio nacional. Las zonas rurales del país sufrían una metamorfosis obligada por la guerra. Colombia era una nación en estado bélico, en permanente Estado de Sitio desde 1958. En ese contexto, campesinos de distintas zonas del país se empezaron a organizar bajo ideologías comunistas, con mucha fuerza, en el sur del departamento de Tolima.

El gobierno colombiano, encabezado por Guillermo León Valencia (1962-1966), consideraba que en esos territorios de colonización campesina se estaban conformando ‘Repúblicas Independientes’. Al respecto, en entrevista para este portal, Jaime Caycedo, actual secretario general del Partido Comunista Colombiano (PCC), sostuvo que esas zonas representaban para aquel gobierno “un desafío a la soberanía nacional, porque se trataba de unas repúblicas comunistas en pleno corazón del país”.

Valencia y la cúpula militar dialogaban con Estados Unidos, de acuerdo con Caycedo, ideando estrategias militares para enfrentar a su mayor enemigo: la guerrilla campesina comunista en Marquetalia.

Al mismo tiempo, el PCC, que ya cumplía 34 años de surgimiento, se movilizaba, nacional e internacionalmente, a través del periódico Voz, denunciando que se estaba planeando una agresión violenta, desproporcionada y, según Caycedo, sin ninguna justificación real “contra unos campesinos ¡a quienes se les acusaba del gravísimo delito de ser comunistas!”. Las denuncias no fueron suficientes. La Operación Soberanía, más conocida como Operación Marquetalia, se desplegó y tuvo una duración de un mes, desde mayo hasta junio de 1964. (Leer más en: ‘Operación Marquetalia’, bajo la mirada de archivos de inteligencia)

Desde entonces, lo único que ha cambiado en ese ambiente de agitación en Colombia es la derogación del Estado de Sitio y el nombre del Presidente de la República.

Entre archivos

El portal VerdadAbierta.com tuvo acceso a archivos desclasificados del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) que evidencian los seguimientos y el espionaje del Estado hacia diversos integrantes del PCC, además de la estigmatización hacia los campesinos comunistas. En esos documentos se encuentra información sobre actividades del partido político, particularmente en Antioquia, en los años 1963 y 1964.

De acuerdo con algunos de los archivos, el PCC realizaba reuniones en casas de los barrios Fátima y Castilla en Medellín, donde se daban instrucciones de defensa propia y se pedía que se investigara a miembros de las Fuerzas Armadas “a fin de prepararse para cuando llegue la hora de la revolución”.

Uno de los miembros del PCC observado en aquellos años por el DAS fue Delimiro Moreno, quien, en 1963, desarrolló una intensa actividad política en medio de las huelgas de trabajadores y de las manifestaciones obreras en el departamento de Antioquia. (Leer más en: “Soy un ‘francotirador’ de izquierda”: Delimiro Moreno)

En varios de los documentos, efectivamente, se registraron las denuncias que hizo el Partido Comunista sobre los planes militares en Marquetalia. En uno de ellos, fechado el 31 de marzo de 1964, se reportan campañas que el PCC llevaba a cabo para, presuntamente, recolectar fondos y enviarlos a Manuel Marulanda, alias ‘Tirofijo’, cofundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

En ese reporte se lee que “Santiago Medina (a. Guachafa) se encuentra en esta ciudad y ha manifestado que a William Ángel Aranguren (a. Desquite) lo reemplazó su segundo, apodado Comino. Asimismo, manifiesta que al bandolero alias ‘Tiro Fijo’ elemento que opera en la región Marquetalia lo sostienen las casas comunistas de Ibagué y Bogotá, que de dichas casas le envían armas y municiones, y que los atracos y secuestros son organizados de común acuerdo con el fin de recolectar fondos para la Causa Comunista”.

El 15 de junio de ese mismo año, el DAS reportó que “las juventudes del Partido Comunista Regional Antioquia en la presente quincena, se dedicaron a hacer propaganda a las Repúblicas Independientes del Sur del Tolima y límites con el Huila, que son Marquetalia, Riochiquito, El Pato y Guayabero, con boletines, hojas volantes y carteles murales, donde dicen «LA AGRESIÓN A MARQUETALIA ES UN NUEVO CRIMEN CONTRA LAS CLASES POPULARES, DEFENDAMOS A MARQUETALIA, COMO EJEMPLO DE DIGNIDAD NACIONAL» (sic). Así sucesivamente diferentes clases de propagandas, otras desacreditando al Gobierno actual y a las Fuerzas Armadas”.

Un mes después, ese organismo de seguridad reportó desde Medellín que “de acuerdo con investigaciones realizadas, se tiene conocimiento que el Partido Comunista continúa recolectado dinero por intermedio de sindicados afiliados al (P.C.) (sic) y organizando fiestas y rifas con el único fin de ayudar a sus afiliados que están en la región de Marquetalia”.

Al respecto, Caycedo indicó que “es realmente inverosímil que un partido político que no hace parte del gobierno, que no está en el poder, que no tiene recursos económicos, pueda financiar una organización guerrillera como las Farc. Entonces, no hay manera de establecer alguna explicación racional en dirección a esa versión de las cosas. No hay relación”. Para el Secretario del PCC el nexo era exclusivamente político.

Este portal le preguntó a Sandra Ramírez, excombatiente y actual senadora del partido Comunes, sobre la supuesta financiación del PCC hacia las Farc, pero no emitió respuesta alguna. Sin embargo, frente a las razones por las que el DAS les hacía seguimiento a miembros del PCC, afirmó que debido a que el Partido expresaba su apoyo político a la guerrilla comunista naciente, eso “motivó para que el Estado colombiano, a través de sus servicios de seguridad, hiciera un seguimiento a todas las personas: dónde se visitaba, quiénes hacían, qué hacían, qué no hacían, cómo lo hacían”.

Además, Ramírez fue enfática al asegurar que esos seguimientos eran permanentes, y los realizaban personajes encubiertos como vendedoras de zapatos, de tinto o de ‘chucherías’, y asegura que “muchas eran mujeres”. 

Sin embargo, el PCC y quienes empezaron a llevar consigo la bandera de las Farc fueron tomando rumbos distintos: unos, el de la participación política; y otros, el de la acción armada.

Quienes tomaron la vía de las armas para luchar por los ideales comunistas se convirtieron, en la década de los noventa, una máquina de guerra con un repertorio de violencia que incluía tomas de pueblos, masacres y secuestros, actos que, según Caycedo, generaron una distancia importante entre los que alguna vez se consideraron compañeros.  (Leer más en: Tomas guerrilleras, la oportunidad de desentrañar la guerra de las FARC-EP)

“Para el PPC y la Juventud Comunista, esas acciones correspondían a algo completamente ajeno a nuestra actividad política, social, ideológica, propagandística”, le dijo a este portal el actual Secretario General del PCC.

Y agregó: “Uno las puede entender en el marco de la guerra, de la comprensión de lo que implica una guerra, una guerra de guerrillas, una guerra de resistencia y una guerra que también tiene que autofinanciarse. (…) En varios de estos casos, nosotros sí tomamos distancia, por ejemplo, del secuestro. El Partido Comunista siempre se opuso y siempre señaló su total rechazo al secuestro extorsivo como una práctica contraproducente que terminaría creando grandes dificultades para la propia lucha que libraban los guerrilleros de las Farc”. (Leer más en: El secuestro económico estuvo en el ADN de las Farc)

Esas acciones criminales marcaron el final de la década de los noventa y los primeros años del dos mil. El nuevo siglo arrancó, paradójicamente, con un intento fallido de paz entre las Farc y el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), y el robustecimiento de las organizaciones paramilitares, encabezadas por las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), que buscaban, a toda costa, combatir a la insurgencia y a sus bases de apoyo, afectando, en gran medida, a comunidades ajenas al conflicto armado.

Nuevo enfoque de seguridad

Ilustración: Valentina Martínez.

El fracaso de las negociaciones entre el gobierno de Pastrana y la guerrilla de las Farc, catapultó la candidatura a la Presidencia de la República del exgobernador de Antioquia Álvaro Uribe, quien enfocó su campaña en un discurso bélico contra esa organización insurgente y de diálogo con los grupos paramilitares, lo que a la postre lo llevó a ganar las elecciones y posesionarse el 7 de agosto de 2002.

Su concepto de seguridad generó un incremento de las acciones de la inteligencia militar a través del desarrollo deliberado de espionajes y perfilamientos a quienes, particularmente, actuaban o pensaban desde ideologías de izquierda y cuestionaban su modelo de seguridad.

Así se reveló en 2009 a través de una serie de artículos publicados por la revista SEMANA, en los que se dio a conocer que durante los dos mandatos del gobierno del presidente Uribe (2002-2006 y 2006-2010) se interceptaron las comunicaciones de magistrados de las altas cortes, políticos de oposición, periodistas y voceros de distintas organizaciones no gubernamentales.

La tecnología se convirtió, en este nuevo enfoque de seguridad nacional, en un factor crucial para el espionaje, marcando un hito con respecto a aquellos reportes quincenales de 1964.

Julián F. Martínez, periodista y autor del libro ChuzaDAS (Ediciones B, 2016), le dijo a este portal que toda la recaudación de información en estos espionajes es útil para que el gobierno nacional tome decisiones. 

En el caso de las interceptaciones ilegales, agregó, sirven, “fundamentalmente, para encontrarle puntos débiles a los blancos –como se refieren a quienes son interceptados– y fabricar montajes judiciales para quitarles sus derechos políticos, para chantajear y para saber cómo psicológicamente los pueden atacar. Son estrategias perversas en realidad”.

Y es que, con la revelación de estas prácticas ilegales, quedó en evidencia que aquellos ‘blancos’ a los que se espiaba no necesariamente eran “bandoleros” o “antisociales” como se llegó a calificar en la década de los años sesenta a quienes actuaban desde la izquierda, sino más bien a cualquier persona u organización que cuestionara o estuviera en contra de las políticas del gobierno de turno. En consecuencia, en el año 2011, bajo la presidencia de Juan Manuel Santos (2010-2018), el DAS, permeado de escándalos e investigaciones irregulares, fue suprimido, dejando a su paso más de 20 condenados en el 2015 por delitos como espionaje ilegal y hostigamiento.

El tema escaló a nivel internacional y en 2012, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a través de su informe anual, se pronunció frente al espionaje ilegal. En su documento indicó que los servicios de inteligencia militar colombianos “necesitan una normativa pública que enmarque y delimite sus acciones. Sus mecanismos de control internos y de rendición de cuentas necesitan ser fortalecidos considerablemente. Es importante corregir estas falencias, en particular, a la luz del aumento de recursos destinados a la inteligencia militar, previsto en la Política Integral de Seguridad y Defensa para la Prosperidad de 2011”.

Se dijo, además, en ese documento de ese organismo multilateral, que “en octubre se suprimió el DAS y se creó en su lugar la nueva Dirección Nacional de Inteligencia, junto con un mecanismo específico para supervisar su funcionamiento. No se ha podido constatar todavía el impacto de estas reformas y su eficacia en la prevención de nuevos abusos”.

Tal pronunciamiento cobró sentido ocho años más tarde, cuando, en mayo de 2020, la revista SEMANA publicó otra investigación, titulada “Las carpetas secretas”, en la que reveló nuevas interceptaciones, esta vez a cargo de las Fuerzas Militares.

“Entre febrero y los primeros días de diciembre del año pasado, las actividades de más de 130 ciudadanos fueron blanco de lo que los militares llamaron perfilaciones y trabajos especiales”, se lee al iniciar el artículo, dejando en evidencia el uso de la inteligencia estatal para aplicarla a numerosas personas con alguna relevancia nacional, especialmente a periodistas.

Martínez, al respecto, llamó la atención la manera como ha variado la descripción de esas labores: “En el pasado, el DAS perseguía a la gente, la interceptaba, la espiaba; y ahora a lo mismo le llaman perfilamientos. Pero como la tecnología va avanzando, ahora la inteligencia no solamente te intercepta una comunicación telefónica, sino que pueden tener acceso a tus fotos, pueden incluso activar tu cámara, activar el micrófono, oírte, ¡hay tantas cosas que pueden hacer que ni siquiera la misma persona es consciente!”.

Aquel escandaloso espionaje surgió en medio de fuertes cuestionamientos al gobierno nacional y a las Fuerzas Armadas por las constantes violaciones a los derechos humanos. El rechazo y la desaprobación por lo que pasaba en el país en asuntos como la educación, el trabajo y la salud, eran evidentes, y la gente salió a las calles y se movilizó en redes sociales para exigir cambios en esos sectores fundamentales para cualquier sociedad.

“Han construido unos árboles de relación con personas con las que interactuamos en redes sociales. En algunos casos, hay teléfonos y nombres nuestros como familiares. Esos árboles de relación son bastante malucos. Hay una fotografía en la que estoy yo como director del medio y están todos mis compañeros con un número en la cabeza, yo aparezco arriba como si fuese el jefe de una banda”, comentó para este artículo Óscar Parra, director de Rutas del Conflicto, uno de los medios de comunicación víctima de los llamados perfilamientos revelados por SEMANA.

Hechos como este ponen en evidencia la estigmatización y persecución de la que son víctimas aquellos que cuestione las prácticas estatales. Si bien en el pasado la inteligencia estatal se enfocó en los comunistas, hoy ha trascendido. A la lista se suman los de izquierda, centro-izquierda, periodistas y medios de comunicación, o cualquiera que, en las calles o en las redes sociales, exprese sus inconformidades.

Más de 50 años han pasado y las estrategias de espionaje por parte de los gobiernos a quienes los contradicen se mantienen y, contrario a detenerse, aumentan sofisticadamente al ritmo que la tecnología impone.

‘Operación Marquetalia’, bajo la mirada de archivos de inteligencia

Por: Ricardo León Cruz

“Imponiéndose de la manera más grosera y arbitraria los jefesillos (sic) comunistas del Pato, expulsaron a los visitadores de la Caja Agraria y de la Federación de Cafeteros, cuando estos entraban a proyectar soluciones a los problemas educacionales y de préstamos para los agricultores”. Así comenzaba la carta que el 11 de mayo de 1964 le escribió Martín Camargo, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de Balsillas y Bajo Pato, Hulia, al entonces presidente de la República, Guillermo León Valencia, y a su ministro de Guerra, el general Alberto Ruiz Novoa.

El documento hace parte de los archivos que, durante décadas, estuvieron en las gavetas de los organismos de seguridad del Estado bajo el rótulo de “secreto”. Hoy, cientos de esos escritos, que incluyen reportes de seguimientos, órdenes de trabajo y resultados operacionales, entre otros, se encuentran desclasificados. Su acceso ha permitido conocer nuevas piezas de ese rompecabezas del conflicto armado en Colombia cuya reconstrucción está bajo la responsabilidad de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición, creada bajo el Acuerdo de Paz con las Farc. (Leer más en: Comisión de la Verdad inició mandato con el respaldo de las víctimas)

La misiva enviada por el Presidente de la JAC de Balsillas y Bajo Pato ofrece pistas sobre la compleja situación de orden público que para principios de la década de los sesenta se vivía en la vasta región del sur de Tolima, vecina a Valle del Cauca y Huila, conocida comúnmente como Marquetalia, y que ha sido catalogada como la cuna de la desmovilizada guerrilla de las Farc.

En la carta, el líder comunitario consignó sus preocupaciones por el accionar de los llamados “bandoleros” en toda la región de El Pato (Huila), en especial por Alfonso Castañeda, quien fue conocido en vida como el ‘Mayor Richard’, considerado uno de los líderes marxistas más reconocidos de la época en el país. “Este señor les ha notificado a los colonos que quienes no estén dispuestos a pelear contra el gobierno que de una vez por todas desocupen la región (…) como consecuencia de todas las amenazas e intimidación que se viene imponiendo sobre los campesinos, más de 15 familias han tenido que emigrar”.

La carta culmina denunciando las presiones padecidas por los maestros en El Pato, “los cuales han tenido que retirarse de la región, porque además de las amenazas que contra sus vidas se ha venido informando, sus bienes han sido confiscados (…) ante estos hechos, el gobierno tendrá que estudiar cómo superar esos fenómenos malsanos que se están sucediendo en esa región a ver si se obtiene que los bienes de los campesinos sean restituidos”.

‘Operación Marquetalia’

Desde 1961, la clase dirigente del país llamó la atención de las autoridades por lo que pasaba en Riochiquito (Cauca); El Pato (Huila); Marquetalia (Planadas, Tolima) y Guayabero (Guaviare).

El 18 de mayo de 1964, siete días después de redactada esa carta, el presidente Valencia ordenó el despliegue de poco más de 16 mil uniformados de los batallones Colombia, Tenerife, Roocke, Boyacá y Galán, adscritos a la Brigada Sexta del Ejército, quienes, con el apoyo de la Fuerza Aérea, tenían la misión de desalojar, capturar o dar de baja a los campesinos alzados en armas que se asentaron en Marquetalia. Esa movilización de fuerzas fue llamada en los centros castrenses como Operación Soberanía y concluiría el 18 de junio de ese mismo año.

Aquellos campesinos eran, en su mayoría, antiguos integrantes de las guerrillas comunistas que pelearon junto a las guerrillas liberales en los Llanos Orientales durante la violencia política de la década de los cincuenta, pero que, a diferencia de estas últimas, vieron frustrado el beneficio de amnistía que promovió el general Gustavo Rojas Pinillas una vez se tomó el poder el 13 de junio de 1953 con el apoyo de diversos sectores sociales, políticos y económicos.

Así por lo menos lo narró Jacobo Arenas, uno de los más importantes ideólogos que tuvo en sus filas la extinta guerrilla de las Farc, en el libro Diario de la resistencia de Marquetalia: “Entre 1954 y 1957 la dictadura militar de Rojas Pinilla ataca el movimiento campesino de Villarrica, de orientación comunista. Durante esta etapa, en que la dirección del Partido (comunista) en el movimiento armado se afirma, se produce la emigración del campesinado del norte del Tolima hacia apartadas regiones del sur, dando lugar al surgimiento de zonas organizadas del movimiento campesino en Marquetalia, Ríochiquito, Pato, Guayabero y otros puntos, que, vinculados con los antiguos movimientos rurales del Tequendama y Sumapaz serán motejados posteriormente por la reacción como Repúblicas independientes».

El término de “Repúblicas independientes” fue acuñado por Álvaro Gómez Hurtado, senador para aquella época por el Partido Conservador, durante una intervención en el Congreso de la República en 1961, en la que expresó su preocupación por la presencia de campesinos armados en por lo menos 16 puntos del país que escapaban al control del Estado colombiano y que constituían una seria amenaza a la seguridad nacional.

Lo anterior motivó, en 1962, un primer gran operativo por parte del Ejercito Nacional en las llamadas “Repúblicas independientes” que no dejó ningún resultado significativo, siendo asumido como una victoria por parte de los insurgentes. Las Fuerzas Militares reanudarían operaciones dos años después, bajo el mando del general José Joaquín Matallana en lo que se conoció como “Operación Marquetalia”.

En esta oportunidad, tanto el general Matallana, como el Presidente de la República, y el general de la Brigada Sexta del Ejército, Hernando Currea Cubides, daban constantes partes de victoria que fueron registrados por la prensa de aquellos años con titulares como: “Avanza con éxito operación Marquetalia”; “Marquetalia libre de bandoleros”; “Cayó el cuartel de ‘Tirofijo”; y “Ministros visitan Marquetalia”.

Sin embargo, a pesar del número de bajas de insurgentes reportadas por las autoridades, de la destrucción de campamentos y cuarteles, en las páginas de la historia colombiana quedó consignado que cientos de ellos lograron escapar y se reorganizaron, años después, baja el mando de Pedro Antonio Marín, más conocido como ‘Manuel Marulanda Vélez’ o, simplemente, ‘Tirofijo’, en lo que durante 52 años se conoció como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

Apoyo nacional

Tras la ‘Operación Marquetalia’, los campesinos armados que huyeron se reorganizaron bajo la figura de ‘Tirofijo’ (segundo de izquierda a derecha), quien también logró vincular a su causa a reconocidos bandoleros como Ciro Trujillo.

En las filas de la insurgencia que operaba en el sur de Tolima se sabía del inminente ataque de las fuerzas estatales. Así lo denunció Jacobo Arenas en su libro tras citar una carta fechada el 3 de abril de 1964 enviada por el naciente movimiento guerrillero a diversas organizaciones de izquierda de la época en la pedían solidaridad: «Se nos quiere negar el derecho a vivir. Vamos a defenderlo. ¡Reclamamos el apoyo nacional porque sabemos que el ataque contra Marquetalia no es sino el inicio de una nueva fase de la política de ‘a sangre y fuego!’».

Ese llamamiento tuvo eco entre sectores sociales afines a la insurgencia de aquellos años. Los documentos desclasificados ofrecen detalles al respecto. Mientras el Ejército Nacional y los insurgentes libraban duras batallas en las llamadas “Repúblicas independientes”, en Antioquia, a cientos de kilómetros del sur de Tolima, diversos líderes políticos catalogados por las autoridades como “comunistas”, realizaban mítines en contra de la operación militar estatal.

En un Informe de Operaciones fechado en Medellín el 3 de junio por el Mayor Fabio Arturo Londoño Cárdenas, subcomandante encargado del Departamento de Policía Antioquia, a la Dirección General de la Policía en Bogotá, reseña una concentración en el centro de Medellín realizada el 22 de mayo en la que participaron cerca de 300 personas: “En dicho mitin llevaron la palabra los reconocidos dirigentes comunistas Ricardo Abad, Mario Solorzano, Virgilio Vargas, Jaime Jaramillo y Humberto Morales, quienes atacaron fuertemente al Gobierno y a las Fuerzas Armadas […] Dijeron también que la operación arriba mencionada (Marquetalia) era otro de los mostruosos (sic) atropellos cometidos por el Gobierno”.

Antonio Serrano Núñez, jefe de Orden Público del desaparecido Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), también le reportó a sus superiores, a través de un informe fechado el 16 de julio de 1964, la situación de seguridad del departamento y los resultados de labores de contrainteligencia realizadas durante el último mes: “Al Partido Comunista Regional Antioquia, en los últimos días se la ha observado mucha actividad en organización de fiestas y rifas con el fin de recolectar fondos para ser enviados a la región de Marquetalia”.

La inquietud volvería a ser ratificada en el reporte quincenal de orden público del 31 de julio de 1964, elaborado por el mismo investigador: “El día 18 de los corrientes, el Partido Comunista llevó a cabo un baile en la Casa del Pueblo, a las 17:00 horas, a 5 pesos la entrada. El baile era con el fin de recolectar fondos para ayudar a los bandoleros de Marquetalia. El día 20 hicieron un paseo al vecino municipio de Rionegro, con cuota de 30 pesos, para el mismo fin”. El informe cerraba con una clara advertencia: “Lo único que merece comentario son las actividades del Partido Comunista desarrolladas durante los últimos días, con el fin de recolectar fondos para ser enviados a ‘Tiro Fijo’ en la región de Marquetalia”.

Pero las colectas, las rifas y los eventos no fueron los únicos apoyos recibidos por el movimiento alzado en armas que se gestaba en aquel entonces en el sur de Tolima. Durante la conmemoración del centenario de la Internacional de los Trabajadores, que tuvo lugar en el Teatro Colón de la ciudad de Medellín el 30 de agosto de 1964, el reporte entregado por el Departamento de Policía Antioquia el 29 de septiembre de ese año, destacaba que “se trató de una concentración comunista, a la que asistieron por lo menos 400 personas (…) a esta concentración se hicieron presentes dirigentes del Partido Comunista como también de las centrales obreras (…) manifestaron públicamente y con amenazas a las Fuerzas Armadas el apoyo a Marquetalia y manifestaron que ellos tienen campesinos de las regiones de Marquetalia y otras circunsvecinas (sic) armados para enfrentárseles a las Fuerzas Armadas que operan allí”.

El mito de ‘Tirofijo’

Aún hoy es tema de debate si el Estado ganó o perdió la batalla librada en Marquetalia. Lo cierto es que, a partir de ese momento, el país presenció el surgimiento, crecimiento y consolidación de las Farc, de la mano de ‘Tirofijo’.

Precisamente fue en Marquetalia donde Pedro Antonio Marín, quien fuera más conocido en vida como ‘Manuel Marulanda Vélez’ o ‘Tirofijo’, comenzaba a escribir su historia, primero, como el bandolero más temido del sur de Tolima y, luego, como uno de los fundadores de la guerrilla de las Farc. En torno a su figura se organizaron los campesinos armados que resistieron en aquella región del país la arremetida del Ejército y la aviación durante mayo, junio y julio de 1964.

El jefe guerrillero Jacobo Arenas describió a ‘Manuel Marulanda Vélez’ en su libro Diario de la resistencia de Marquetalia como “hijo de campesinos, obligado a transformarse en guerrillero, luego en comandante de guerrillas y ahora en jefe del movimiento guerrillero del Bloque Sur y líder de las masas del Nudo de la Cordillera Central. Para la reacción y el imperialismo, Marulanda es el ‘bandolero Tiro-Fijo’. Con ello pretenden rebajar la estatura de este cuadro político y militar, uno de los combatientes guerrilleros que más pesadillas ha dado a las fuerzas militares oficiales. Es miembro destacado del Comité Central del Partido Comunista y tiene una apasionante trayectoria de lucha revolucionaria de más de quince años”.

Con todo y ello, ‘Tirofijo’ era objeto de controversia y debate público justo en los años en que Gómez Hurtado expresaba su preocupación por las llamadas “Repúblicas independientes”. El jefe de Orden Público del desaparecido DAS en Antioquia, Antonio Serrano Núñez, en informe del 30 de mayo de 1964, consignaba en su informe que los miembros del Partido Comunista se han dedicado a colocar carteles y murales con leyendas y letras grandes donde dicen: ‘defendemos a Marquetalia’.

El informe reseña una reunión que tuvo lugar el 22 de mayo de ese año, en la que participaron integrantes de la Federación de Trabajadores de Antioquia (Fedeta); el Frente Unido de Acción Revolucionaria; y el Movimiento Liberal Revolucionario: “Entre los temas tratados en todas sus oratorias se refirieron a la situación que afronta la región de Marquetalia, frente a la acción democrática por participación de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, haciendo resaltar las actividades y valor del guerrillero acantonado en aquella región, destacando con preferencia a Manuel Marulanda (Tirofijo)”.

Pese a los cruentos ataques que lanzaron durante más de cuatro décadas las fuerzas estatales para contener el avance de las incipientes guerrillas comunistas, ‘Tirofijo’, según informaron las Farc, murió en mayo de 2008. Problemas coronarios produjeron su deceso, según manifestaron en su momento voceros de la extinta guerrilla. Murió sin saber que, diez años después, el movimiento campesino armado que lideró y transformó en una tenebrosa máquina de guerra, responsable de tomas de pueblos, reclutamientos de menores de edad, masacres, secuestros, voladuras de la infraestructura energética del país, entre otros crímenes, terminó firmando un acuerdo de paz que le ha permitido a cientos de sus integrantes reintegrarse a la vida legal y defender su causa desde un movimiento político sin armas y bajo las leyes que rigen a los colombianos. (Leer más en: De Marquetalia a La Habana: la guerra con las Farc llega a su fin)